domingo, 3 de agosto de 2014

ABDÍAS. INTRODUCCIÓN.



No sabemos quién era este profeta que se llama Siervo del Señor, que profetizó contra Edom algo después del 586 y que figura como profeta mínimo entre los Menores, con veintiún versículos. 

Para comprender su breve profecía conviene recordar algunos datos históricos o legendarios. La relación entre Israel y Edom se remonta según la tradición a los hermanos gemelos Jacob y Esaú (Gn 25-27), antecesores de ambos pueblos. La bendición de Isaac (Gn 27) refleja la situación de ambos: Israel o Judá posee la zona montañosa relativamente fértil, Edom o Esaú habita en la zona esteparia meridional. 

Edom vivió en relaciones de sumisión o rebeldía. A Judá le interesaba la ruta meridional con salida al golfo de Aqaba y codiciaba las minas del territorio meridional. Según la tradición bíblica, David lo conquistó (2 Sm 8,13s); se rebeló contra Salomón (1 Re 11,14.25), logró la independencia bajo Jorán (2 Re 8,20-22). Edom guardó un "rencor antiguo" (Ez 35,5; Am 1,11), quizá por la represalia cruel de David (1 Re 11,14-16). Por eso, aunque el año 594 intentó aliarse con Judá contra Babilonia (Jr 27,1-3), cuando las tropas de Nabucodonosor asediaron Jerusalén, los edomitas colaboraron con ellos y celebraron la derrota judía. Esto fue una espina para los judíos (Sal 137,7; Lam 4,21s). 

Contra ese último pecado se dirige la profecía presente, que en los versos 1-5 coincide en buena parte con Jr 49,9.14-16. Pero en el verso 15 la profecía despega y se levanta a un panorama trascendente de "día del Señor", con mirada universal y final de restauración. La visión última conserva su relación con el horizonte concreto de Edom. 

El profeta denuncia la espiral de la violencia, la incapacidad de olvidar errores antiguos. Y al pueblo derrotado y desterrado le ofrece un mensaje de esperanza.

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